30 de octubre de 2009

BREVE HISTORIA DEL CAFÉ ATRATO

Por Francisco Luis Valderrama Aguilar.

Los primeros negocios dedicados al expendio de licor y a la diversión de varones parecen ser, por orden de aparición en el tiempo, el Café Atrato, La Palma, el café de Don Oliverio Molina y el que en su época se conoció como café Guayaquil, propiedad de Don Rafael Palacio, ubicado una cuadra abajo de parque principal, en la calle Manzanares.

Los dos primeros han perdurado a lo largo de los años. Todo parece indicar que el primer dueño del local y del negocio llamado Café Atrato fue Don Manuel Cadavid. Testimonios de personas nacidas a finales de los años veinte coinciden en señalar que el negocio ya existía cuando ellos tuvieron uso de razón. De manera que podría ubicarse su fundación en esa década.

Don Manuel Cadavid fue inicialmente arriero entre El Carmen y Quibdó, junto con otros pioneros como Don Aquileo Correa, Don Vicente Zapata, Don Eduardo Herrera y Don Tulio Rivera. Luego se dedicó a los negocios. El Café Atrato fue uno de ellos. Finalmente el señor Cadavid se estableció en Quibdó, donde se dedicó a la compraventa de oro y terminó sus días en un accidente de aviación, volando de Condoto a Cali, justamente en ejercicio de su actividad comercial.

También parece haber coincidencia que la primera mesa de billar, marca CHAMPION, estuvo ubicada en el negocio de don Oliverio Molina quien posteriormente la vendió al señor Cadavid, para ser instalada en el café Atrato. No es clara la fecha de instalación pero presumiblemente fue a principios de los años cuarenta, una vez puesta en servicio la carretera que conectó El Carmen con el municipio de Bolívar y en general con Antioquia. Desde entonces el billar ha sido compañero inseparable del negocio.

El local donde funciona el café Atrato ha tenido pocos dueños. El mencionado señor Cadavid vendió a Don Pedro Maria Palacio y éste al señor Epimenio Socha, su actual dueño, quien llegó al Carmen en el año 1954, como agente de la Policía Nacional y adquirió el local en 1959.

Pero el negocio como tal ha tenido infinidad de dueños, bajo las figuras de arrendatario, administrador ó propietario de la razón comercial, además de los propios dueños del local. Sin que la lista sea exhaustiva, el café Atrato ha pasado por las manos de Nicolás Cadavid, hermano del dueño inicial; Luis Eduardo Herrera; Alberto Mazo; Jose Maria Palacio, hijo mayor de don Pedro Maria; Santiago Palacio; Eliecer Cardona; Jorge Jiménez; Alejandrino Gañan; Juan Correa; los hermanos Alfonso y Jose de Jesus Calle; Alberto Celis; Claudio Rincón; Darío Sanchez. Más recientemente han sido dueños Jorge Aguilar, Luis Enrique Ríos; Roberto Ríos, hasta llegar a Antonio Jose Ortega, actual dueño del negocio.

El Café está ubicado en una esquina del parque principal, en la calle del Corazón de Maria. Los maestros de obra que tuvieron a cargo su construcción parecen haber sido los hermanos Efraín y Alfredo Ruíz, casados con Rosa y Joaquina Cadavid, hermanas del primer dueño. Recios muros de tapia pisada, como era usual en la época, y pisos de madera, posteriormente reemplazados por baldosa, caracterizaron la construcción inicial. La madera, abundante en su momento, estuvo presente en su mobiliario: puertas solidas, mesas redondas y taburetes forrados con cuero, además de un mostrador y anaqueles del mismo material, conformaron su dotación inicial.

En su parte trasera, unas hermosas ventanas de madera, airean e iluminan el lugar. Dos puertas sobre la calle principal y una lateral, sobre el callejón, han visto pasar prácticamente a toda la población masculina del pueblo, una vez alcanzada la mayoría de edad. Mayoría de edad que se ha venido adecuando a los tiempos. Seguramente ya los muchachos de hoy pueden disfrutar sus instalaciones desde los 16 años pero cuentan los mayores que en su época esa mayoría de edad se alcanzaba, estrictamente, a los 21 años, cuando, fiesta familiar de por medio, los hombres, ya hechos y derechos, se podían alargar los pantalones y estrenar su hombría en el café Atrato.

Tiene su carga de historia el Atrato. Además de cantina y billar, se jugaba "dado", dominó, parqués, "fierro", tute, "cara y sello" y toda clase de juegos de azar, a "escondidas" de las autoridades. Escondidas entre comillas, porque muchas veces las mismas autoridades se echaban sus canitas al aire, en el reservado ubicado en su parte trasera, dedicado a estos menesteres. Cuantas veces abnegadas esposas y madres debieron sufrir las consecuencias de una noche de mala suerte de sus maridos e hijos, que perdían hasta el último centavo en un "paro de dado" especialmente durante las ferias de ganado, que se realizaban entonces, como ahora, los primeros lunes de cada mes. En esos días, como hoy, el pueblo se vestía de fiesta y convertía en el lugar de reunión preferido por finqueros, arrieros, comerciantes de ganado y visitantes de Bolívar, Salgar, Urrao y demás pueblos vecinos, así como por los eternos tahúres aficionados, en busca de una oportunidad de diversión y porque no, de ganar algún dinero de cuenta del ambiente festivo de las ferias y el ánimo alegre de quienes habían cerrado con éxito algún negocio. Son incontables las amanecidas tomado aguardiente, cerveza y "arrastrando la madrugada de las mechas", como solían decir con gracias los señores. Los Cuyos, Garzón y Collazos, El Dueto de Antaño, Margarita Cueto, Juan Arvizu, Pedro Infante, Jorge Negrete, fueron compañeros de farra de los trasnochadores de la época.

Hay una imagen legendaria que ha permanecido inalterable en la retina de los carmeleños y que casi podría copiarse, exactamente igual, generación tras generación, cambiando solo los personajes. Grupos de señores, sentados en los taburetes del local, que recuestan contra las paredes que dan a la calle, para dar paso a la tertulia, al chiste, al gracejo, al comentario chispeante, pleno de sabiduría popular, y al eterno deporte de poner apodo a todo persona que se aventurase a pasar por el lugar en aquel momento.

Peleas, discusiones sobre política, campesinos reunidos en una mesa alrededor de botellas de cerveza que no permitían retirar, para poder hacer la cuenta de lo consumido y para alardear un poco de su calidad de buenos bebedores, jugadores de azar sentados horas y horas buscando simplemente pasar el rato ó un poco de suerte para paliar la falta de oportunidades de trabajo, "chicos" de billar entre " El Míster Valderrama y "El Gato Flórez", los duros de esa disciplina, ratos de esparcimiento y alegría al son de las notas del violín de Don Martín Henao y el acompañamiento de los " Los corozos", noches de tertulia y serenata con la guitarra, tiple y lira de Israel, Heliodoro(tocayo) y Rubén Durango, campesinos de La Angostura, son imágenes imborrables de la cotidianidad del café Atrato, un lugar de diversión que se dio el lujo de contar entre sus contertulios del billar con un sacerdote, el padre Dávila, quien durante uno de sus juegos, molesto por la chabacanería de una canción que sonaba en el piano, suspendió el chico, pidió que le entregaran el disco y lo quebró, ante el asombro, a medio camino entre el temor y la burla, de sus asistentes.

Los tiempos han cambiado. Ahora es normal ver mujeres en el Atrato. Pero no era así antes. Mas por cuenta de las costumbres de la época y por pudor de las muchachas y padres de entonces que por las condiciones mismas del negocio, las mujeres no lo frecuentaban y las que se aventuraban a hacerlo corrían el riesgo de sufrir severas reprimendas de sus padres. Eran pocos los días en que una dama podía visitar el lugar sin inhibiciones: Cuando vendían boletas para las rifas parroquiales, ó cuando con el fin de recaudar fondos para obras sociales, irrumpían en el local a cumplir el papel de dulces gendarmes, para llevar a “cárceles de honor” a los clientes que en ese momento lo frecuentaban, los cuales, para poder “salir libres” debían cancelar alguna suma de dinero para la obra escogida; pero sobre todo, a temprana hora, cuando viajaban a Quibdó, Medellín ó pueblos vecinos, dado que la llamada "línea" ó carro de escalera que cumplía esos recorridos se estacionaba frente a sus puertas a la espera de los pasajeros, aprovechaban para tomar tinto en ese lugar que les estaba vedado en tiempos normales. Digamos entonces, coloquialmente, que el Café Atrato era entonces, y es hoy, una especie de Terminal de Transporte local. Hasta para eso ha servido el legendario lugar.

23 de octubre de 2009

Jornada de Atención a víctimas del E.R.G.

Dentro de las gestiones que ha adelantando el Personero Municipal Jhon Freddy Acevedo se logro que el unidad sexta de Justicia y Paz, encabezada por el Fiscal Gilberto Martínez visite nuestro municipio para realizar una jornada de atención a víctimas del Ejercito Revolucionario Guevarista E.R.G.

Por eso el despacho sexto de la Unidad Nacional de Justicia y Paz informa:

A todas las personas que se crean con derecho a la verdad, la justicia y la reparación, como consecuencia de las conductas punibles atribuibles al grupo guerrillero E. R. G. y todos aquellos que actuaron al margen de la ley, en la zona limítrofe entre Antioquia, Choco y Risaralda, para que acudan al Municipio de Carmen de Atrato (Choco), los días 7, 8 y 9 de noviembre de 2009, a partir de las ocho de la mañana y hasta las cinco de la tarde, en las instalaciones del coliseo municipal, en jornada continua e ininterrumpida, a denunciar los hechos, suministrar información sobre la acción desplegada por los insurgentes, sus datos de identificación y ubicación, los denunciantes deben aportar la documentación que demuestra el grado de parentesco con la víctima directa, el sitio en donde se encuentran restos o fosas comunes, bienes de propiedad de los grupos insurgentes, personas desplazadas, extorsionadas, secuestradas, dentro de la oportunidad legal que la Ley 975 de 2005 les confiere, para acudir al proceso y reclamar sus derechos.

Igualmente se podrá obtener mayor información en la página web www.fiscalia.gov.co.