24 de agosto de 2008

Erg tiene una deuda difícil de olvidar y perdonar

UNA ESPERANZA DE paz surgió en Carmen de Atrato y la región con la desmovilización de la guerrilla. Las heridas del conflicto están abiertas.


El dolor aún no los deja en paz. Tampoco olvidar y menos perdonar. Mientras Rodrigo Barrera recuerda casi a diario a su hermano asesinado porque trabaja en la bomba de gasolina donde lo fusilaron, Olivia Úsuga no quiere retornar a su vereda por tantos recuerdos de mejores tiempos junto a su esposo asesinado.
Ambos habitan en Carmen de Atrato (Chocó). Él en la vereda El Siete y ella en la cabecera municipal . No se conocen, pero comparten la condición de víctimas del Ejército Revolucionario Guevarista (Erg), que se desmovilizó el pasado viernes en la vereda Guaduas.
A pesar de la convocatoria a la población para acompañar la ceremonia en la que 45 guerrilleros del temido grupo subversivo entregaron las armas tras 16 años de lucha armada, Rodrigo no asistió al acto de desmovilización.

No fue el único. El rechazo de la mayor parte de la población que padeció la violencia del Erg se notó en la escasa presencia allí.La violencia del Erg tocó a la familia Barrera Henao por primera vez el 14 de agosto de 1998, cuando guerrilleros de este grupo asesinaron en la vereda El Porvenir a Francisco Javier Barrera, mecánico de profesión.
Tres meses antes, cerca de El Siete, el terror se había apoderado de la vereda Guaduas, cuando el Erg asesinó, el 22 de mayo, a Francisco Javier Bolívar, presidente de la Junta de Acción Comunal y al tesorero, Eucario Úsuga. Ese día cinco niños quedaron desamparados.

A los pocos días de los crímenes, presas del miedo, Olivia Úsuga, esposa del líder comunal y hermana del tesorero, y las 60 familias que habitaban la vereda más próspera del Carmen de Atrato abandonaron sus fincas y se convirtieron en desplazados.

La violencia no se detuvo. dos años después, el Erg incursionó de nuevo en El Siete. Ese 16 de febrero de 2000 los "guevaristas" llegaron y sacaron de sus casas a todos los habitantes y los reunieron a la entrada de la vereda. Tres horas mantuvieron retenidos a los habitantes con acusaciones y amenazas. Luego vino lo peor, cuando separaron entre la gente a Leonel de Jesús, el menor de la familia Barrera Henao.

"Se lo llevaron a empujones y en la bomba lo mataron a tiros. Se fueron riéndose a carcajadas y celebrando que habían matado al sapo. Mi hermano era inocente, lo mataron solo porque frente al restaurante que tenía, la Policía mató a un comandante de ellos", recuerda Rodrigo, parado en la bomba donde fue asesinado su hermano menor.

A los pocos meses, al dolor y la rabia por el asesinato se sumó la indignación cuando los insurgentes buscaron a Rodrigo para ofrecerle "dinero y lo que necesitara", pues según le dijeron, "cometimos un error con su hermano por mala información".

Víctimas y desterrados

Para esa época el miedo se apoderaba de la zona, pues el conflicto se agudizó por la guerra a muerte entre los grupos subversivos del Eln, el Erg (disidencia del Eln) y las Farc, además de la amenaza de las autodefensas.

Los asesinatos se hicieron cada vez más recurrentes, así como los hostigamientos a la población por parte del Erg, el Eln, las Farc y las Auc.

El Erg también sembraba el terror en la carretera entre Carmen de Atrato y Quibdó con secuestros, robo de vehículos y asesinatos de conductores que se atrevían a transportar mercancías o pasajeros. Del asedio no se salvaron ni los comerciantes, víctimas de las extorsiones y el robo de mercancías. Luego el pueblo no soportó más y se desplazó también.
Hace cinco años, con mayor seguridad en zona, el conflicto armado se redujo y unas 20 familias regresaron a Guaduas y El Siete a reconstruir sus casas y fincas abandonadas y sus comunidades. Los antiguos habitantes de Guaduas reconstruyeron un puente, cortaron la maleza que invadía sus fincas y caminos, decididos a volver a ser la vereda pujante del Carmen de Atrato.
Con la desmovilización del Erg el pasado viernes, cientos de desplazados quieren retornar, menos Olivia. "Allá (Guaduas) tengo muchos recuerdos, allá mataron a mi esposo y mi hermano y por eso no quiero volver".
El temido Erg se desmovilizó en ocho meses de diálogo, ahora el reto es el largo camino de la reconciliación.

Cortesia Diario el Colombiano
Juan Carlos Monroy G. - Enviado especial, Carmen de Atrato

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